LA LECCIÓN DE LOS ALUMNOS DE TERCERO


En la ciudad de San Bernardo se encontraba la famosísima escuela Paul’s College, donde asistían los alumnos con un buen nivel académico.
  Una mañana los alumnos de tercer año tenían evaluación de Biología, junto con el profesor Carlos Martínez, un hombre de estatura alta, pelo negro, anteojos y que se caracterizaba por su cara seria.
  Eran las 08:00 am y las hojas de la evaluación estaban en las mesas, cuando llegaran los alumnos tendrian tiempo para realizarla. En los cuatro bancos del fondo estaban sentados dos chicas: Mía y Alejandra, las que siempre quieren llamar la atención, y dos chicos, Pedro y Gonzalo, mejor conocidos como “los traviesos de tercero”. Cuando empezaba la evaluación, el profesor encontró a los cuatro copiándose. Rápidamente les sacó la hoja. No les puso un 1 pero si les da un castigo, limpiar el sótano.
 Toco el timbre de la última hora de la tarde, el preceptor llamo a los cuatro alumnos que debían la tarea castigo y los lleva al sótano, lugar oscuro lleno de telarañas y muebles tapados por sábanas blancas. Mía empezó a limpiar mientras que Alejandra estaba con el celular y los chicos buscaban hacer alguna travesura. Mientras Mía barría se tropezó y se le cayó una de las sábanas de los muebles. Debajo se encontraba un videojuego lleno de polvo llamado “Scooby-Doo y el pantano tenebroso”. Mía no mostró interés al verlo, mientras que Pedro al instante se acerco, lo encendió y empezó a incentivar a los demás para que jugarán.
  - Chicos, miren lo que encontró Mía - exclamó Pedro - Prendámoslo y miremos de qué se trata.
  - Basta de pavadas, terminemos la tarea castigo - dijo Mía.
  - Yo me prendo - dijo Gonzalo – Dale, Mía, no perdès nada por intentarlo.
  - Yo también me sumo. ¿Venís Mía?        
  -Bueno está bien, pero solo un rato- dijo Mía.
  Para poder empezar, tenían que elegir qué personaje querían ser; Mía eligió a Vimma, Alejandro a Shaggy, Pedro a Fred y Gonzalo a Daphne. Empezaron a jugar y se sintieron extraño. De a poco el juego los iba desvaneciendo, hasta abducirlos.
Cuando entraron al juego se encontraron con un ambiente oscuro, un pantano lleno de telarañas y animales tenebrosos. No entendían ni dónde estaban ni quiénes eran. Mía y Alejandra se largaron a llorar aterradas, confundidas al tener un aspecto totalmente diferente, y arrepentidas de haberle hecho caso a Pedro. Los chicos, por su parte, lo veían más como una aventura. Empezaron a caminar, casi arrastrando a las chicas, cuando se encontraron con un perro extraño que les comenzó a hablar.
  -Hola, bienvenidos al pantano tenebroso, yo seré quien los guiará durante todo el juego.
   - ¿Qué juego?- preguntó Pedro, alterado.
  - Discúlpalo, no sabemos ni dónde estamos ni quiénes somos. Estamos totalmente perdidos- dijo Mía.
    - Lo único que queremos es volver a casa - agregó Alejandra.
   -Tranquilos, una vez que termina el juego, pueden volver a sus casas como si nada hubiera pasado. Mientras tanto, los voy a ir guiando a donde empieza la actividad- dijo el perro.
  El juego se realizará en el pantano donde deberán encontrar pistas que los llevaran al objetivo final, que será derrotar a su profesor, Carlos Martínez. Las pistas van a estar escondidas: algunas de ellas dicen que tienen que pasar por lugares tenebrosos y sombríos. Los jugadores tendrán tres vidas: si las pierden, no podrán volver a su hogar, quedarán en el juego para siempre.
  De repente, los chicos aparecieron en el famoso “pantano tenebroso” para poder empezar el juego. El perro los dejó solos para que arrancaran por sí mismos, su tarea había finalizado. Mientras Mía y Alejandra buscaban cuidadosamente y lo más rápido posible la primera pista entre las plantas llenas de telarañas, Pedro y Gonzalo se fueron corriendo sin que les importara nada. Al rato, Mía y Alejandra encontraron una pista y rápidamente llamaron a los chicos. Cuando llegaron, Pedro ya tenía una vida menos porque se había caído a un lago y a Gonzalo lo había picado un insecto.
  Primera pista: Deben pasar por unas montañas llenas de barro, que resbalan mucho. Eso les acortará el camino para poder llegar a la segunda pista.
            - Esto me da mucho asco, quiero volver a casa - dijo Mía.
- Dale, Mía, es solo barro, no te pasará nada, todos estamos muy cansados - exclamó Gonzalo.
- Yo no pienso manchar mis botas nuevas de Chanel con ese barro asqueroso- dijo Alejandra negada.
 - Bueno, Alejandra, pero acá no sos solo vos, somos cuatro, nadie se quiere manchar con barro, pero si querès volver a casa, tendrás que ensuciarte y hacer todo lo que te digan las pistas - agregó Pedro.
Arrastràndo a las chicas, Pedro y Gonzalo se dirigieron a las montañas. Al llegar, se encontraron con un olor horrible a pescado muerto. El olor  era tan fuerte y feo, que se taparon las narices y, cansados, con dificultad para caminar, siguieron el recorrido. Una vez atravesadas las montañas, se encontraron con un lugar lleno de cajas con candados, supusieron que ahí podía llegar a estar la segunda pista, entonces empezaron a abrir una por una. Pedro escogió una de las cajas, pero,  a pesar de que, hizo un esfuerzo muy grande,  no pudo abrirla, entonces le pidió ayuda a Gonzalo. Entre los dos pudieron hacerlo. Cuando la abrieron se dieron cuenta de que estaba la segunda pista. Cuando quisieron sacarla de la caja, se dieron cuenta que estaba llena de lombrices. Ninguno la quería sacar. Entonces hicieron ta-te-ti. le tocó a Gonzalo. Con mucho asco, la sacó y le sacudió todos los bichos de arriba, y decía:
 Segunda pista: Se encontrarán con Kiluts, el monstruo más grande y aterrador que jamás hayan visto. Lo deberán vencer y sacar de su garganta la llave que abrirá la puerta para poder llegar al objetivo final.
  Enfrente de ellos se encontraba una cueva. Pedro se asomó y vio al monstruo dormido; le dijo a los chicos que era la oportunidad perfecta para acercarse. Pero ninguno era valiente. Hasta que Mía se cansó de esperar y dijo que iría ella, ya que además de ser la más inteligente era la más valiente.
Cuando vio la cara del monstruo, le dio miedo, pero ya había dicho que ella iba a ir, entonces tomó coraje y se subió a la espalda del monstruo, que enseguida la revoleó directo al suelo. Al lado de ella, se encontraba un fierro que alcanzo, arrastrándose y con el que le pegó en un ojo a Kiluts. Agarró la llave y con una sonrisa de oreja a oreja, salió de la cueva.
    Cuando ya estaban los cuatro juntos, apareció un camino amarillo, que los llevaría a una casa extraña. Al instante, los chicos se darían cuenta de que ese era el camino al objetivo final y, felices, sin decir ni una palabra, se dirigieron a la extraña casa.                          Finalmente llegaron, Mía ingreso la llave y se abrió la puerta. No podían creerlo: tenían al profesor que los había castigado frente a sus ojos. Al instante se dieron cuenta de que lo había hecho a propósito, y que él era parte del juego. Los cuatro alumnos le pidieron disculpas al profesor, le dijeron que por favor no los dejara dentro del juego, que ya habían aprendido la lección, y que no se iban a volver a copiar.
En un abrir y cerrar de ojos aparecieron cada uno en su casa, el juego ya había terminado. Después de tanto esfuerzo, pudieron ganar el juego.
                                          
FIN.
 

Comentarios

  1. Valentina: hay problemas de formato, no se puede leer bien. Arreglar y avisarme por mail cuando esté listo.

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